TEATRO CHILENO

ENVIADO POR
El renacimiento del teatro nacional




En Santiago, a principios de la década de 1970, el teatro de circuito comercial estaba integrado por unas diez compañías que funcionaban en pequeñas salas y llegaban, por lo tanto, a un público restringido. En los primeros tres años de la década, y propiciado por el gobierno de la Unidad Popular, se vivió un gran desarrollo y el número de compañías teatrales se incrementó considerablemente, entre ellas destacan ICTUS, Compañía de los cuatro, El túnel y Aleph. Junto a estas, la escena teatral de todo el país se pobló de conjuntos aficionados formados por estudiantes, trabajadores, intelectuales; cuyo objetivo primordial era el de expresar su propia visión de mundo con un lenguaje nuevo, directo.


Después del golpe de Estado de 1973, todo el orden cultural alcanzado se subvirtió. El teatro, así como toda la actividad del país, sufrió un fuerte impacto y por casi un año no existió actividad teatral. El teatro del régimen militar promovió montajes de autores clásicos y algunas comedias musicales de costosa producción y escaso valor estético; surgieron compañías de “café-concert” que utilizaron elementos y recursos como el show y el espectáculo de cabaret.


Hacia 1975, comenzó a articularse un incipiente movimiento de teatro independiente no subvencionado, que intentó rescatar una expresión nacional y popular. Surgieron compañías como Imagen, Teatro del Ángel, La Feria, Taller de investigación teatral, Teatro Universitario Independiente, entre otras.


De este modo, la actividad teatral volvió a ocupar todo el territorio con temas y problemas de las relaciones humanas, del trabajo, de la crisis económica y la violencia, a través de un lenguaje indirecto, pleno de sugerencias y cargado de humor negro. A pesar de que éste período se caracterizó por la creación colectiva de los grupos teatrales, este renacer también alcanzó a los dramaturgos, entre los que destacan Juan Radrigán, en Chile, y Jorge Díaz, en el exilio.

Por otra parte, aunque cada grupo mantuvo su particularidad respecto a la función de cada cual frente a la contingencia política, todos formaron parte de una corriente común de resistencia a la dictadura junto al Canto nuevo, a la Agrupación Cultural Universitaria (ACU), a los escritores, a los artistas plásticos, entre otros. El especialista Hernán Vidal señaló: “el proyecto central de los teatristas chilenos es el de contribuir a la rearticulación de la conciencia nacional dentro del ámbito de fragmentación del autoritarismo”.

Cabe señalar que en este período, el teatro puramente comercial tuvo gran éxito de público con espectáculos como Cabaret Bijou, El violinista en el tejado y la transmisión de obras por el Canal 13 de la Universidad Católica de Chile. A mediados de la década de 1980, el teatro nacional desarrolló una intensa actividad en distintos rincones del territorio con una valiosa acogida del público. La actividad teatral de este período se nutrió de las nuevas experiencias y aprendizajes que trajeron artistas que regresaban del exilio.


De este modo, aparecieron Andrés Pérez y El Gran Circo Teatro, Ramón Griffero y El Troley, Mauricio Celedón y Teatro del Silencio, Alfredo Castro y Teatro de la Memoria, La Troppa, por mencionar algunos. Desde este momento y hasta la recuperación de la democracia en 1990, el teatro nacional diversificó los temas y dió espacio a la experimentación.

¿ NOS HEMOS OLVIDADO DE ANDRES PEREZ?